El cabello de su mamá era
muy bonito, y a pesar de que su cara no era tan bonita como su cabello, su hija
la seguía viendo igual de hermosa.
Su mamá y ella vivían
solas, lejos de su familia, porque nadie había aceptado a su hija porque su
padre nunca se hizo presente y a pesar de esto su mamá la amaba, no al igual
que el resto de su familia.
Pero para ellas el mundo
se resumía así, en ellas.
Su mamá fue perdiendo
poco a poco su sonrisa a medida que su cabello iba cayéndose.
Al principio su
hija no pudo justificar la razón de su repentina infelicidad, pero para ella lo
más evidente era la perdida de su cabello, puesto, pensaba que ya nadie la vería
igual de bonita, todos exepto ella. Y se lo tenía que asegurar, que a sus ojos
la seguía viendo igual. Su afán llego a tanto que se cortó el cabello hasta su
raíz para que viera que era igual a ella. Así ambas estuvieron un tiempo con el
cabello rapado, pero su mamá perdía energía cada día más.
Hasta el día en que su
rutina y su mundo se empezó a ver invadido de nuevos rostros todos los días, su
mamá ya no estaba con ella y poco a poco los nuevos rostros fueron reemplazando
a los de su madre porque ella ya no estaba más.
Pero continuó igual, con
el cabello corto hasta la raíz, no dejo que nadie le hiciera cambiar su
apariencia porque el cabello era lo único que la conectaba con su madre. Le
llevaba mechones de cabello al cementerio y lo dejaba junto a su sepulcro como
sí fueran flores. Era su regalo, el regalo de hacerle saber que aún la
recordaba y no la olvidaba y ahí estaba su cabello para hacerla recordar.
Una mañana vio una
figura, la figura de una mujer frente del sepulcro de su madre, se detuvo y
ella vio desde lo lejos como la figura tomaba un mechón de su cabello y lo
dejaba en el sepulcro.
No se movió hasta que la
figura se había ido, y así comenzó un tiempo en la que cada mañana veía a la
mujer dejar uno de los mechones de su cabello, era el cabello más negro que
había visto.
La mujer que veía a la
niña desde lo lejos la invitó a venir hacía ella, la niña como si la mujer se
tratara de una vieja conocida, se acercó.
"Veo que todos los
días vienes a ofrecer uno de tus mechones para tu mamá y no pude evitar unirme,
porque yo también perdí a la mía."
Le sonrió con sus enormes
dientes blancos.
"Hay un lugar en el
que puedes ser feliz, sin que nadie te juzgue, donde puedes cortarle el cabello
a quien quieras y nadie se enfadará"
Le ofreció su mano y la
niña la tomó. Y desde aquel día ya no regreso.
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