Le tengo miedo a mi
maestro.
Es realmente estúpido lo
sé.
Es intimidante, y me da
asco el admitirlo, pero también es atractivo, lo cual lo vuelve más confuso
para mí, porque a nadie le molesta lo que hace.
Al principio yo no hice
caso, pero notaba esos pequeños gestos, como cuando rosaba con delicadeza las
bancas de mis compañeras por detrás. O les sonreía de manera coqueta, me daba
asco, pero ellas parecían sentirse encantadas.
No le di importancia,
pero cuando lo hacía conmigo me sentía incómoda, me encorvaba en el asiento y
me ponía tiesa mirando hacía el pizarrón cuándo lo hacía.
Se lo insinué a mis papás
una vez en la mesa mientras comíamos, pero ellos no hicieron caso, porque era
un hombre joven.
Yo también procure no
tomármelo tan enserio e ignorarlo cuándo esto pasaba.
Me empecé a sentar lo más
alejada, algo raro en mí que siempre me siento hasta el frente, pero era para
protegerme. Al menos al fondo me sentía más segura e intentaba sentarme cerca
de los chicos donde rara vez se dirigía.
Me sentía mal y frustrada
porque a nadie le parecía interesar lo que pasaba y yo no quería reprobar la
materia o faltar a clase, que a veces de verdad deseaba hacerlo solo para
evitarlo, pero no me parecía hacerlo, ya estaba a mitad de año.
Mi único desahogo eran
mis amigas, las cuales tenían un profesor distinto al mío, (¡bendita suerte!),
salía cada clase comentando cada fechoría que a mis ojos sucedía. Realmente
tampoco le mostraron la importancia.
Terminando clases un día
me hizo esperarlo, yo rogaba por irme a casa, o salir corriendo con mis amigas.
Me pidió que me sentará,
pero me negué, era alto y el sentarme sólo lo haría verse a un más alto e
intimidante.
Me miró fijó y sonrió, no
me volvió a pedir que me sentara. Di un suspiro de alivio. Estaba tan tensa que
mis manos comenzaron a sudar, sentía el sudor también bajar por mi frente.
"¿Estás bien?"
me preguntó tocándome el hombro y yo sentí que alguien me jalaba hacía el
suelo. "Sí" respondí nerviosa y otra vez sonrió.
Cada segundo que pasaba
en aquel salón me hacía sentir aún más mareada.
"¿Porque has
cambiado de lugar? Antes te sentabas hasta enfrente, ¿alguna de tus compañeras
te está molestando?" "No" respondí yo, sudando más que nunca,
empezaba a sentir palpitaciones en el pecho. Sentía tanto nervio que me pude
haber desmayado, pero no me atreví.
Mire por la ventana del
salón, tenía tantas ganas de que me salieran alas para escapar de ahí, pedía
que alguien llegará a interrumpir, el conserje, otro profesor, mis amigas, mis
padres... pero nadie venía.
"Ya me tengo que ir
profesor, ya se me ha hecho tarde" tome mis cosas rápido y caminé despacio
porque aún me sentía mareada. Él no dijo nada y me vio salir.
Me fui directo al baño y
empecé a llorar, aun sentía su mirada sobre mí, desagradable. Me lavé las manos
y la cara y me bajé la falda del uniforme lo más que pude. Me miré al espejo y
me sentí desagradable. '¿Le gusto?' pensé. '¿Me estaba coqueteando?' y sentía
mariposas en el estómago, pero no eran agradables, eran más como murciélagos.
Me fui a casa sin decirle
nada a nadie, porque realmente yo tampoco sabía bien que había pasado. Todavía
recordaba su mano sobre mi hombro, y otra vez sentía el sudor en mis manos. No
quería ir mañana a la escuela, ya no quería verlo más, ¿Pero qué clase de
escusa yo podría dar?
Y si dijera lo que pasó, ¿alguien
me creería? Pues realmente solo me había preguntado algo. Y otra vez lo volví a
insinuar en la comida. Pero el único comentario que había salido de sus bocas
era para decir lo atentó y observador que era mi profesor y lo agradecidos que
estaban de que se preocupará por mí.
Después mi padre me
advirtió que si bajaba de calificaciones me volvería a sentar hasta enfrente.
Me sentí peor, parecía que a todos les habían chupado el cerebro, ‘ya no quiero
ir a clases, no puedo, no así.’
Prometí mantener mis
calificaciones a condición de sentarme donde quisiera.
Yo ya no quería hablar
con nadie sobre esto, porque todos parecían defenderlo. Pero al final a mi
mejor amiga Val, le dije lo que había pasado. "Tal vez te pusiste nerviosa
porque te gusta" dijo ella en cuanto había terminado de hablar.
Era verdad que a muchas
les gustaba porque era apuesto, y no me sentiría tan mal de sentir gusto hacía
él, pero de solo recordarlo, caminando alrededor de las chicas, su mirada, me
daba escalofríos.
"No, no es eso"
dije yo enojada, todos parecían ciegos.
Esa tarde después de
clases y después de evitar otra vez a toda costa al profesor, me fui directo al
internet de la escuela y en una red anónima puse mi situación.
Me sentí tan aliviada al
recibir varios mensajes de todo mundo algunos estaban de acuerdo conmigo y
otros no, pero me sentía tan feliz de no estar sola. Luego me pregunté si yo
era la única del salón en ver lo que estaba pasando e hice lo inesperado hablar
con mis compañeros. Hablé con uno y otro, insinué todo lo que pude acerca de lo
que yo pensaba, pero era realmente difícil porque a pesar de que había algunos
que ya habían notado algo raro, otros me dijeron que él era así y por ser
apuesto interpretamos su amabilidad con coqueteo, lo pensé y lo pensé mucho y
llegué a creer que tenían razón y yo sola me estaba engañando. Pero otra vez lo
veía, caminar, sonreír y hablar.
Me preguntaba si de
verdad lo hacía a propósito, si de verdad entendía lo que estaba haciendo.
Busqué en internet todo
lo que pude sobre lo que yo creía que era: acoso, incluso pederastia. Era
penado sí, pero eran en casos extremos que eran detenidos, no sabía de verdad
si alguien podía ser detenido con la sola acusación de que miraba feo a las
demás chicas. Pero sabía de antemano que lo defenderían, que se callarían y la
única en decirlo sería yo, seguí buscando entre mis compañeras, si alguien más
se sentía como yo, y Susana una chica muy tímida, me confesó que se sentía
igual, un día le ofreció llevarla a su casa, ella con miedo se negó, pero él
siguió insistiendo, Susana con mucha pena se subió pues tampoco quería hacer
enojar al profe. No pasó nada, según ella, sólo platicaron por el camino, le
pregunto cosas triviales, como lo acalorado que había estado la ciudad y si le
había gustado la clase. Ella solo respondía con un "Sí" ahogado, no
lo miró, tenía la mirada fija en el retrovisor.
Pero cuando llegaron hizo
algo peculiar, no llego frente a su casa la dejó unas cuadras antes,
"Perdóname, pero me tengo que ir antes" Susana volvió a responder con
un "Sí" ahogado.
Caminó a su casa, no
sabiendo exactamente lo que había pasado.
Llegó a casa y al igual
que yo, no dijo nada. Hasta hoy.
"Pues él está
haciendo algo malo, y creó que él lo sabe" dije yo.
"Sí" respondió
Susana "Pero que podemos hacer?... Ya va a acabar el año y realmente no
nos ha hecho nada"
Me sentí frustrada porque
yo también lo creía así.
Pero gané una amiga aquel
día y la dejé sentarse al lado mío en clase, para sentirnos más seguras. Nos
intentamos integrar más a los niños e inconscientemente nos volvimos más
agresivas y frías, no dejábamos que nadie se metiera con nosotras, con mis
papás empecé a ser más rebelde o responder con arrogancia a todo lo que me
ordenaban.
Pero, además, todavía me
sentía atrapada en su clase, rogaba porque pronto el final de año llegara y
llegó. Hasta eso nos calificó de manera correcta, pero Susana y yo nos
mantuvimos cerca siempre, no nos dejamos solas en ningún momento. Terminó el
año y ambas hacíamos que no había pasado nada. Continuamos con nuestras vidas y
debes en cuando lo encontrábamos en los pasillos, lo saludábamos como si nada
hubiera pasado, incluso intentaba sonar feliz de verlo.
A veces me preguntaba si
había sido mí imaginación, si yo me lo había inventado todo en la cabeza y lo
que vi y sentí había sido creado por mí. Nunca lo sabré.
Felicidades muy buen cuento original y me hizo sentir la desesperación de la chica pero que bueno que encontró una amiga 😘
ResponderEliminarMuchas gracias :)
EliminarDevoré esta narración...es tan natural y fluída. Hice eco con al angustia de la chica...y siii...efectivamente la agresión pasiva asi es ...NO SE VE, pero se siente....
ResponderEliminarMuchas gracias :) Me es de mucho gusto saber que sea de su agrado.
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