En la oscuridad de la
plaza, las velas de las ofrendas eran lo único que iluminaba su camino. María
trató de seguirle el rastro pero no pudo, Xochilt ya no estaba ahí.
María se quedo con un
hueco en el pecho, pues vío a Xóchilt salír llorando.
Xóchitl salió y con el
poco dinero que llevaba se dirigió al lago de Xochimilco, en donde esperaba ver
la figura de la Llorona.
De inmediato y a la luz
del lago se sentó a sus orillas, aquellas en donde no hay trajineras, se quitó
los huaraches y caminó hacia dentro, lentamente, al ritmo de una marcha
fúnebre.
Las flores de cempasúchil
que adornaban su cabeza se desprendieron de su cabello y quedaron flotando en
la superficie del lago.
Xóchitl continuó su
andar, llorando, llenando de lágrimas su camino y dejándole un sabor salado en
la boca. Con bastante dificultad continuó.
Desde esa noche, nadie más volvió a ver Xóchitl.
*Este cuento fue basado
en el cover de Ximena Sariñana "La llorona". Recomiendo escucharla
para entender mejor la historia.