Mientras veía los cuerpos caer y las cabezas rodar, se detuvo y miro lo que pasaba a su alrededor, el hedor, justo el mismo hedor con el que nació, olor a muerte.
Veía desde lo lejano como
su hermano extasiado prendia fuego a las colinas y sonreía porque su venganza
había sido concretada, pero para él no. Se miro las manos sucias y cubiertas de
sangre y comprendió que él mismo dolor que una vez él había sentido, lo había
creado ahora él para alguien más.
Empuño su espada hacía él
y la dejó penetrar en su pecho, cayó al suelo, para él, el dolor había
terminado.
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